
El juglar comienza a recitar el Cantar de Mío Cid.
Vanidoso, histriónico, utiliza recursos muy variados: música –tocada con instrumentos antiguos–, los títeres y monigotes construidos con materiales muy rústicos, el canto… Tañe su zanfoña, seguro de las grandiosas emociones que está provocando entre los asistentes; pero a los pocos minutos se da cuenta… ¡de que no han llegado los nobles, el conde, ni el obispo! ¡No hay más que aldeanos!
Airado, deja el instrumento, se encara con el público, les interpela… Y comienza otra función dentro de la función, en la que el sirviente que acompaña al juglar, un personaje de máscara, tendrá un protagonismo inesperado…